El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida publicó este verano el “Itinerario catecumenal para la vida matrimonial” en el que ofrece orientaciones para mejorar la preparación de los novios antes del matrimonio y apoyar a los esposos en sus primeros años de vida conyugal.
Este documento, de a penas 40 páginas, no tiene desperdicio. La impresión que se lleva el lector al profundizar en el Itinerario catecumenal para la vida matrimonial es que necesitamos dar un giro de 180 grados respecto a la preparación para el sacramento del matrimonio. Esta guía comienza con las palabras del Papa Francisco reconociendo que “el número cada vez menor de personas que se casan en general, pero también y sobre todo la corta duración de los matrimonios, incluso sacramentales, así como el problema de la validez de los matrimonios celebrados”.
Teniendo en cuenta los retos del momento actual, como el extendido fenómeno de convivencia premarital o la profunda ignorancia de la fe que manifiestan muchos de los que manifiestan su deseo de casarse por la Iglesia, el Itinerario catecumenal para la vida matrimonial hace una propuesta ambiciosa para valorar el matrimonio conforme a su dignidad vocacional y sacramental.
En lugar de ceder a la presión cultural reinante, el Dicasterio hace suyas las enseñanzas de Juan Pablo II y Francisco posicionándose a favor de medidas que, a primera vista, parecen muy exigentes. Por ejemplo, propone nada más y nada menos que aplicar una perspectiva catequética de largo recorrido al matrimonio dividida en varias fases:
Fase precatecumenal: la preparación remota al matrimonio comienza en la infancia y en la juventud.
Fase intermedia: la “acogida de los candidatos” dura unas semanas.
Fase catecumenal: se desarolla en el periodo inmediatamente anterior y posterior a la recepción del sacramento del matrimonio y se subdivide en tres etapas.
- Primera etapa: preparación próxima al matrimonio, de aproximadamente un año de duración. No se queda solo en transmisión de contenidos teóricos, sino que esta preparación debe incluir “experiencias de oración (personal, comunitaria y de pareja), celebración de los sacramentos, retiros espirituales, momentos de adoración eucarística, experiencias misioneras, actividades caritativas (según los contextos pastorales)” (n. 58).
- Segunda etapa: la etapa anterior finaliza con un rito de compromiso y un retiro, que abren la puerta a la preparación inmediata (varios meses), y que acaba a su vez con otro retiro antes de la boda.
- Tercera etapa: acompañamiento en los 2-3 primeros años de vida matrimonial. Es tiempo de atención constante a través de diversos medios: lectio divina, encuentros de reflexión, celebraciones litúrgicas, retiros espirituales, conversación espiritual, grupos familiares, actividades caritativas, etc.
Ahora disponemos de una guía que sirve de clara orientación para hacer frente a la ignorancia religiosa (intelectual y vital) que afecta a amplios estratos católicos. No obstante, el texto insiste en que estas sugerencias deben ser adoptadas con prudencia y sentido común, y adaptadas al contexto de cada diócesis y a las situaciones particulares de las parejas.
¿Se necesita algo más que “ponerse en marcha”? Sí: el documento habla de la “urgencia de una formación más adecuada de los sacerdotes, seminaristas y laicos (incluidos los matrimonios) en el ministerio de acompañamiento de los jóvenes al matrimonio” (n. 86). Hay mucho que aprender, porque el itinerario no se limita a la comunicación de contenidos doctrinales y pretende ir más allá de la tipología clásica de los cursos matrimoniales. El reto de la catequesis matrimonial es en primer lugar, un reto para los formadores. El primer esfuerzo corresponde a catequistas y sacerdotes. Un esfuerzo grande, porque los objetivos que se proponen son muy ambiciosos, y los medios para alcanzarlos, arduos. La empresa es calificada en sí misma como una “hazaña”:
“Aunque la hazaña de poner en marcha un camino de formación tan duradero pueda parecer inviable, exhortamos a las Iglesias particulares a tener valor y a entrar en una correcta actitud de fe, sabiendo que, como nos enseñó Jesús, las obras del Reino siempre empiezan como un pequeño grano de mostaza, pero con el tiempo pueden convertirse en un gran árbol que ofrece cobijo y protección a quienes lo buscan y necesitan.” (Conclusión)
Costará y habrá quienes no respondan a la ayuda que se les brinda o que no entiendan que el matrimonio católico (también el no católico) es la empresa más importante de su vida; pero lo que realmente atrae es el compromiso total y duradero. No caben medias tintas o posturas derrotistas. Desde iniciativas como #BeCaT, apoyamos con recursos formativos a los sacerdotes y laicos que se encargan de esta tarea.
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