Durante la comida del Retiro del otro día en mi Colegio mayor se me ocurrió leer este pequeño libro que hoy os quiero presentar.

Es el testimonio de Emanuele Scotti, joven geólogo genovés que sufrió la separación de su mujer en su matrimonio. Presentó su testimonio en un Congreso sobre familia en Roma hace ya varios años y expresó tal sinceridad y profundidad en el relato de su experiencia que cautivó a los asistentes al Congreso.

No mucho tiempo después llegó a traducirse al español este testimonio en el pequeño libro que os presento: Emanuele Scotti, La fidelidad que escribe una historia, Monte Carmelo, Burgos 2015 (70 pp.). 

«Antes de nuestra crisis matrimonial no habían faltado momentos difíciles… Sin embargo, todos estos eran problemas, o al menos así me parecían, externos a nosotros y a nuestra unión, que sentía sólida y segura, y jamás habría pensado que pudiese ser ni siquiera rozada por los acontecimientos que, en cambio, poco después nos iban a arrollar» (p. 13).

«Todavía hoy, después de más de diez años, las causas profundas que llevaron a la separación de nuestra familia me son, en parte, desconocidas» (p. 15).

Cada matrimonio es un enigma, un universo impenetrable en su realidad profunda. Quizás, y esto constituye una desgracia enorme, incluso para los propios protagonistas.

Movidos por la sola ilusión humana, se puede caer en un ritmo aparentemente apacible y cotidiano, pero en el que el peso de la vida ejerce un desgaste progresivo e invisible. Se unen la inconsciencia, la falta de contemplación, el fatigoso ritmo de la vida “real”, la carencia de humildad, el descuido de factores nucleares no demasiado vistosos, la fragilidad de nuestra condición.

No se controlan todos los vaivenes de las circunstancias y las fuerzas subterráneas que mueven inconscientemente el corazón, y de repente uno se da cuenta que el otro se va, o que hay otra persona, o que el matrimonio languidece, como ya parecía hace tiempo, cuando no le dábamos importancia.

Emanuele vivió su propia “noche oscura”, en la confusión y en el dolor, hasta que, después de un acercamiento casi casual a la fe, empezó a sentir una presencia del Señor que, «cuando todo iba bien no podía, no quería escuchar».

«Y la pregunta de la fe, hasta entonces jamás del todo resuelta, se me apareció como la bifurcación fundamental: de una parte, solo un dolor insensato, un mal recibido y buscado, el fin de todo; de otra, a través del dolor, una promesa de vida, de salvación y, sí, ¡incluso de alegría!» (p. 18).

En la oscuridad del abandono de su mujer aún encontró Emanuele la luz de la presencia sagrada del vínculo que había adquirido en su matrimonio. Dios seguía viviendo con él, y le mantenía unido con su mujer de una manera particular.

Asociación de Separados fieles

Os dejo el resto de la historia para vosotros. A mí me parece conmovedora. Sólo os digo que Emanuele es hoy el Presidente de una Asociación de Separados fieles que está en Italia, y que este pequeño testimonio ha hecho mucho bien a cuantos lo han leído.

Este libro me recuerda otras varias historias que he tenido la ocasión de acompañar en mi labor como sacerdote. Intentos de conciliación, momentos de perdón y sanación interior, aún en casos que no prosperaron como nosotros desearíamos, hijos que hacen ver a sus padres la necesidad de recuperar parcelas perdidas y recuperables, tantos aspectos en la vida de las familias separadas que pueden retomarse de una forma nueva y con una eficacia personal y familiar nueva.

Desde luego, también fracasos, y dolor, pero también testimonios del consuelo de la fe y de la compañía de la familia de la Iglesia y de muchas familias cristianas.

Lo dice el Papa Francisco: que nunca puedan sentir estas familias que la Iglesia no les comprende o no está cerca y presente, y que pueden seguir dando en ella un testimonio necesario del amor fiel, incluso cuando ha sido tocado por el dolor (AL, 241-246).