El lector de este artĆculo que estĆ© mĆnimamente familiarizado con las recomendaciones del Magisterio sobre la catequesis en los Ćŗltimos aƱos, convendrĆ” conmigo en que se estĆ” haciendo un Ć©nfasis mayĆŗsculo en pasar de una catequesis concebida como preparación para los sacramentos a otra, llamada de āIniciación cristianaā, radicalmente distinta, que vuelve la vista al tiempo de catecumenado de los siglos II a IV, cuando la Iglesia vivĆa en un entorno pagano, previo a lo que hoy llamamos ācristiandadā.
No es una novedad. El tĆ©rmino āIniciación cristianaā surgió a finales del siglo XIX. El Concilio Vaticano II utilizó el tĆ©rmino en diversos documentos y el Directorio para la Catequesis -en sus diversas ediciones- lo ha concretado cada vez mĆ”s: considera que la catequesis estĆ” al servicio de la Iniciación cristiana, hasta el punto de esta dimensión catecumenal e iniciĆ”tica el centro y vĆ©rtice de la propia catequesis.Ā Ā
¿Por qué ocurrió esto? ¿Se estÔ llevando a la prÔctica?
Claves de la reflexión magisterial

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Las lĆneas de fuerza que estĆ”n presentes en este impulso hacia el modelo catecumenal e iniciĆ”tico se encuentran reflejadas en los siguientes puntos:
- La percepción de que la catequesis no se puede apoyar en mayorĆas sociológicas en cuyo entorno la recepción de los sacramentos es vista casi como una obligación. Es tiempo de pasar a considerar la comunidad cristiana desde unaĀ perspectiva minoritaria y de grupo, en la que la fe se vive de manera consciente y libre.
- El redescubrimiento de la espiritualidad laical. El laico ha pasado de ser alguien āque no esā sacerdote o religioso a portador de una llamada a la santidad con una misión especĆfica, que proviene como derecho y deber legĆtimo de su condición de bautizado.Ā La responsabilidad de la formación en la fe cae directamente sobre los padres cristianos, y no puede ser delegada en āexpertosā ni en otras personas mĆ”s āde iglesiaā. La parroquia y el colegio ayudan, no sustituyen.
- La llamada a una necesariaĀ nueva evangelización, dirigida fundamentalmente a cristianos que se encuentran inmersos en una sociedad secularizada o en proceso de secularización. La situación de deterioro moral e ignorancia religiosa reclama un autĆ©ntico cambio de vida, que se opera con la gracia de Dios -de ahĆ la importancia de los sacramentos de iniciación- y la colaboración en la misión: ser cristiano equivale a ser misionero, apóstol.Ā Ā Ā Ā
¿Se estÔ llevando a la prÔctica?

En lugar de un anÔlisis detallado de las directrices del Directorio para la Catequesis, que necesita una extensión mucho mayor que la que aquà podemos cubrir, me limitaré a apuntar tres ideas a partir de los puntos que se acaban de enumerar:
- La catequesis requiere acompaƱamiento en unĀ ambiente de amistad, cariƱo y afecto mutuo en el que se viva lo que se enseƱa. Ese ambiente lo aportan, desde luego, los movimientos y grupos que son tierra fĆ©rtil para cultivar la fe de nuevos cristianos. Los responsables de la catequesis tienen estas opciones:Ā
- ¿Cuento con la presencia de alguno de estos grupos? ”Propónselo!
- ĀæFormo parte de un grupo? Ā”Aprovecha la catequesis para llegar a otros!Ā
- Si no es ninguna de estas dos situaciones,Ā ĀæpodrĆamos crear este tipo de ambiente?Ā La misma catequesis puede ser ocasión de hacerlo. No se necesita un carisma especial.
No parece sea opción vĆ”lida āseguir como estamosā, porque la neutralidad estĆ” fuera de lugar en una situación de conflicto entre una sociedad sin Dios y otra con Dios. Las medias tintas no sirven para quien se reconoce como āsal y luzā del mundo.
- La catequesis es una tarea en la que se deben implicar fundamentalmente los laicos, tambiĆ©n cuando cuenta con ayuda de clĆ©rigos y religiosos. Y esto es asĆ por lo ya mencionado sobre el papel de los padres en la formación de sus hijos. A estas alturas, resulta un tanto ridĆculo quitar a las familias el protagonismo que deben tener en la tarea evangelizadora.Ā
El Cardenal Fernando SebastiĆ”n sugerĆa que, para vivificar el clima cristiano de una parroquia, en primer lugar, habrĆa que:ā(ā¦) convocar a los fieles de la parroquia o de la comunidad, y especialmente a aquellos matrimonios capaces de comprender y de vivir este ideal.Ā Aprovechar la capacidad evangelizadora de las familiasĀ
verdaderamente cristianas que haya en nuestras parroquias y comunidades, identificarlas, invitarlas, reunirlas, concienciarlas, apoyarlas. Construir con ellas una verdadera comunidad catecumenal y litĆŗrgica. Hay que intentar que las parroquias sean verdaderas comunidades catecumenales con capacidad de engendrar cristianos nuevos hasta que el nĆŗcleo de la parroquia sea una comunidad de cristianos convertidos, orantes, convivientes y actuantes, cuya institución mĆ”s importante sea el Catecumenado de niƱos y adultos como matriz vigorosa de los nuevos cristianos.ā - La nueva evangelización es un acto de la āIglesia en salidaā.Ā La consideración de que los fieles no quierenĀ (es decir, los padres no se implican, las familias no acuden, falta interĆ©s, etc.)Ā es un punto de partida, no la conclusión paralizante que impide actuar. En buena medida, se convierte en una escusa basada en la idea de un cristianismo convencional vivido en clave sociológica: ese cristianismo estĆ” herido de muerte o ya muerto y no va a volver.Ā
Por el orden que establece la caridad, es lógico que se nos pida -como hace el papa Francisco- que aprovechemos las circunstancias en que las familias se acercan a la iglesia (como la primera Comunión, por ejemplo) para atraerlas y tratarlas.Ā
Sé que es pretencioso resumir un asunto tan complejo en un texto tan breve; pero la cuestión mÔs importante es tomar la decisión de ponerse en marcha, no de llegar a la meta trazando un itinerario a priori. Es importante tener claro el problema y el objetivo para avanzar en la dirección correcta, aunque sea despacio. Eso comienza siempre con un cambio de actitud o, dicho de otra manera, con una conversión interior, que es lo que necesitamos antes que nada para trabajar en una catequesis renovada.
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