• Los tres primeros Mandamientos expresan el amor a Dios sobre todas las cosas.
• Jesús es el que nos enseña: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12,30 «Amaos unos a otros como yo os he amado» Jn 13, 34).
• El amor a Dios nos lleva a amar más a los demás.

• Cuaderno 2, pág. 35-38 [o PDF correspondiente].
• Guía para padres, pág. 59-64 [o los contenidos multimedia correspondientes].
• Documentación complementaria: conviene que repases los siguientes puntos del Compendio del Catecismo.

Padrenuestro.

Ronda de preguntas rápidas acerca de la sesión anterior y ver la hoja de respuestas del Cuaderno.

1. Trabajo de reflexión e indagación.
2. Conversación.

Si veo que alguna vez un amigo no hace las cosas bien en clase o en los juegos u otras situaciones, se lo digo amablemente y discretamente, cuando estamos los dos solos y para ayudarle. Le pido que haga también lo mismo cuando yo meta la pata.

Contarle a papá cosas buenas que ha hecho mamá por ti, por la familia y a mamá las que hace papá. Darles muchas veces gracias por todas ellas a los dos.

• Hacemos hoy nuestra oración delante del Sagrario, en la Iglesia, si es posible. En silencio, todos juntos.
• En la oración hablo con el Señor, con Dios Padre o el Espíritu Santo. Una escena del Evangelio nos ayuda a hablar con Jesús. Piensa que habla de ti, para ti. ¿Qué le dices a Jesús y qué te dice.
  «Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico» (Mc 10, 17-22).