El Día Internacional de la Mujer -celebrado el 8 de marzo- es un evento promovido por Naciones Unidas y asociado a la solidaridad con reivindicaciones feministas. Una celebración que debe ser aprovechada para celebrar la verdadera dignidad de la mujer más allá de la ideología.

 

Muchas de las propuestas de la dinámica feminista tienen valor y razón de ser: igualdad de derechos laborales, reconocimiento del papel femenino en la sociedad, rectificación de esquemas pasados que supeditaban a la mujer al dominio del varón, etcétera. Sin embargo, el feminismo radical tiene un sesgo de inconformismo revolucionario que violenta a su propia naturaleza y ataca a la institución familiar, por considerarla “patriarcal”. De esta forma se reduce la sexualidad al derecho de experimentar placer sin consecuencias promoviendo los métodos anticonceptivos y abortivos, no se reconoce la complementariedad entre los sexos, etc. 

El mayor problema de este fenómeno estriba en su pretensión de erigirse en marco interpretativo de una nueva ética. El radicalismo feminista ha tenido un papel decisivo en el apoyo los movimientos de liberación sexual, LGTBI y en la introducción de la ideología de género. Aún así, es evidente que, en el movimiento feminista y en las directrices de la ONU, no existe un criterio único para definir las prioridades y objetivos del movimiento feminista ya que se en la actualidad se encuentra fragmentado en diferentes ramas y tendencias. Y esta es, precisamente, la oportunidad que tenemos los cristianos para apostar por una visión digna y elevada de la mujer y de la sexualidad.

Del enemigo el consejo: conviene hablar mucho de sexo … y hablar bien

Las acciones políticas, jurídicas, mediáticas y educativas cocinadas en este entorno cultural desconciertan por su motivación ideológica. ¿Puede la catequesis permanecer al margen de todo esto? Recordemos que los niños que participan en ella son los mismos que son educados en un sistema de valores o contravalores (según el caso) de laboratorio. Son también los padres de esos niños los que -por ignorancia, apatía o cobardía- reflejan la postura de los tres monos -ciego, sordo y mudo- en una sociedad que frivoliza con el sexo.

Una buena formación sobre cómo educar la afectividad sexual sería muy útil a esos padres que no saben cómo ni cuándo ni cuánto tratar el tema con sus hijos y que incluso en muchas ocasiones ni siquiera han tenido la oportunidad de formarse en este aspecto ellos mismos. La educacion afectivo sexual que desde BeCaT promovemos es respetuosa con la naturaleza humana, corporal y espiritual, ennoblecida por la visión cristiana de las virtudes. La nuestra es una naturaleza sexuada al servicio de la entrega, lo que comporta una visión espiritual y trascendente del hombre y de la mujer. Si la óptica sexual se corrompe, no habrá cimientos sobre los que construir.

Del enemigo el consejo: conviene hablar mucho de sexo, … y hablar bien. Conviene educar la afectividad sexual, pero educarla bien. Es preciso despertar a unos padres cristianos aletargados y ausentes. También deben ser despertados los catequistas ingenuos, que imaginan que la evangelización se puede llevar a cabo dirigiéndose solo a los pequeños.

Por ello es más necesario que nunca que las parroquias, los colegios con ideario católico y las instituciones que representan a la familia a nivel local, estatal o internacional promuevan y apoyen acciones formativas de educación sexual. En este sentido, recomendamos a catequistas, educadores y especialmente a los padres formarse con iniciativas como el Curso de Educación Afectivo-Sexual de BeCaT. 

Este curso desarrollado enteramente de manera online, mediante el aula virtual parte de un enfoque antropológico propio del humanismo cristiano y analiza y denuncia el impacto de corrientes culturales actuales en la visión de la realidad sexual. Desde ese diagnóstico del momento actual este curso ofrece herramientas y estrategias para que la intervención educativa sea positiva y eficaz, exponiendo las razones y aportaciones de la fe cristiana, que proyecta luz sobre el hombre como ser sexuado y eleva la acción virtuosa a un plano superior.