El reciente nacimiento de un hijo -es el tercero con el que Dios nos bendice a mi mujer y a mĆ- me ha hecho recordar con fuerza el tiempo de mi infancia y esos eventos familiares que quedan impresos a fuego en la memoria. Guardo especial cariƱo a un viaje de toda la familia a los Pirineos y la visita que hicimos al Santuario de Lourdes. Para un sevillano como yo, el paisaje verde y las montaƱas resultan imponentes. Pero, mucho mĆ”s que el paisaje, no puedo olvidar tres impresiones: el de un baƱo con mi madre en el rĆo de Ordesa, el de mi hermano seƱalando el horizonte desde un mirador, y el de mi padre rezando conmigo en el Santuario.
¿Cómo estarÔn viendo el mundo mis hijas mayores, de 2 y 3 años? ¿Se les quedarÔ grabado algún recuerdo de nuestro presente?
No me considero nadie especial: soy uno mĆ”s de tantos ciudadanos que sudan tinta china para llegar a fin de mes con dignidad, ahorran poco porque no hay de quĆ©, pasan los dĆas estresados por el trabajo, las urgencias del dĆa a dĆa, la sucesión de virus y bacterias que mis hijos se han empeƱado en adoptar como mascotas (raro es el dĆa que no tengo a uno, a dos o a los tres en cama), las actividades para agotarlos antes de que consigan agotarnos a nosotros, etc.
Quitado el estrés y todo lo que me une al resto de los mortales, ¿cómo soy realmente como padre? ¿Estoy haciendo lo que Dios espera de mà para educar a mis hijos en una familia cristiana?
”Señor, que les dé buen ejemplo y en el buen momento!
¿Me ven rezar mis hijos? Con los niños hay que ir poco a poco, sin agobiarles. Deseo darles lo mejor: la fe se la quiero explicar yo. Luego, en la parroquia y en el colegio, que apoyen. Pero sé que no interiorizarÔn lo que no aprendan de sus padres.
Mi tercera paternidad me ha dado mucho en quĆ© pensar y nuevas lecturas para repasar. Dicen los expertos que la personalidad se desarrolla antes de los 12 aƱos y que, despuĆ©s, es difĆcil deshacer los errores y reescribir la historia. Las estadĆsticas sobre las aspiraciones y hĆ”bitos de la juventud dan miedo. ĀæQuiĆ©n me asegura que mis hijos no serĆ”n unos mediocres?
Una de las experiencias espirituales que mĆ”s me acercaron a Dios fue rezar el rosario con mi abuela Elvira cuando tenĆa 7 aƱos. A lo largo de mi vida, he aprendido que Cristo es el Ćŗnico camino, a pesar de los intentos de hacernos creer en mĆŗltiples senderos espirituales.
Hay demasiado ābuenismoā en el ambiente: prefiero la convicción y el riesgo, la aventura a la seguridad, el compromiso a la prudencia.
Dicen que no es difĆcil, que se gana mucho cuando los padres -como es nuestro caso- tenemos las ideas claras y procuramos que los momentos diarios de relación con los niƱos estĆ©n impregnados de cariƱo, escucha, optimismo y preguntas. Pero es mĆ”s fĆ”cil con ayuda.
Con #BeCaT he aprendido que no hay mejor forma de enseƱar que vivir lo que deseo transmitir.
Esto ya lo sabĆa en teorĆa, porque habĆa leĆdo āLos 7 hĆ”bitos de las personas altamente efectivasā, en el que se habla de poner ālo primero lo primeroā. Pero eso queda en teorĆa sin la concreción de sugerencias, propuestas, consideraciones y ejemplos que, como padres y cristianos adultos, deberĆamos llevar a la prĆ”ctica en el dĆa a dĆa. Cuando los niƱos sean mayores, no podremos reescribir la historia. Ahora es el momento del Ć©xito, no el futuro.
Antonio Rivero DĆazĀ ā padre de familia y profesor en #BeCaT
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