El acompañamiento se vuelve crucial, ya que el creyente difícilmente podrá mantenerse firme sin el apoyo de otros creyentes
Vivimos en un mundo en el que ser cristiano supone ir contracorriente. Las corrientes ideológicas de moda y la nueva moral del movimiento woke, abanderada del llamado progresismo, son fenómenos que manipulan las masas: el creyente difícilmente seguirá siéndolo sin la ayuda de otro u otros creyentes. Basta una pizca de humildad para entender que la navegación por un mar encrespado es peligrosa sin la experiencia de un buen timonel.
El abandono de la práctica secular del acompañamiento constituye un reto para la conservación y la expansión de la fe. Además, el problema se agrava por la falta de personas capacitadas para ofrecer esta ayuda. Si el número de sacerdotes y religiosos disminuye, deberán ser laicos (catequistas, formadores, profesores, padres de familia, etc.) quienes deban asumir este trabajo crucial. No es cosa nueva: desde siempre, los cristianos han buscado el consejo de otras personas de su condición, a las que abren su corazón en busca de consuelo y apoyo.
Recordando la verdadera salvación
Ante las insensateces promovidas en el caldo cultural moderno, los cristianos sienten la necesidad de seguir diversos cursos de acción, en cuyos extremos están:
- Recordar los principios de la ley natural, que han saltado por los aires, y buscar argumentos que demuestren que el género se recibe y no se elige, por ejemplo.
- Refugiarse en la religiosidad tradicional y renunciar a entablar diálogo con quienes no quieren dialogar.
El problema de lo primero es que podemos conformarnos con rebajar el mensaje de la Buena Nueva a una base mínima antropológica. Lo segundo es una dejación de derechos y deberes ante la misión de llevar a cabo una nueva evangelización.
Necesidad de formación
Ante la disminución de sacerdotes y religiosos, es necesario que los laicos, como catequistas, formadores, profesores y padres de familia, asuman esta labor esencial.»
Se necesitan hombres y mujeres valientes que asuman la responsabilidad de guiar a otros. Diría que es parte de la misión confiada a todo buen cristiano. El mismo sentido común advierte que los padres son quienes deben guiar a sus hijos, los maestros a sus alumnos, los amigos a otros amigos, etc. ¿Por qué no se hace más y se hace bien?
Posiblemente por haber pasado un largo período histórico de clericalismo galopante, en el que parecía que todos los buenos consejos de carácter espiritual deberían proceder de personas consagradas.
El católico de a pie está llamado a retomar esta práctica del acompañamiento. Para eso necesita formarse, sin caer en la trampa de pensar que sólo hace falta saber lo importante. No es así. La ignorancia religiosa es una realidad dramática de nuestro tiempo. Necesitamos estudiar y profundizar en conocimientos de filosofía, teología y cultura.
Desde #BeCaT, organizamos cursos que buscan preparar a los cristianos comunes para asumir el acompañamiento en fidelidad al Magisterio y la Revelación
Para responder a esta urgente necesidad, desde #BeCaT organizamos y diseñamos cursos de diversa temática. La idea es construir un plan de estudios que ayude a los cristianos corrientes, en todas sus circunstancias, a prepararse para asumir sus responsabilidades con fidelidad al Magisterio y a la Revelación.
Uno de estos cursos es el de Acompañamiento espiritual. Habrá más. Lo importante es que te informes, invites a otros y juntos trabajemos para construir. La carrera es de fondo y hay que empezar a correrla ya.
Antonio Rivero Díaz – padre de familia y profesor en #BeCaT
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