¿Valemos tanto? ¿Merecemos esa entrega del Hijo de Dios?
La verdadera devoción al corazón de Jesús se concreta en conocer a Dios, mirar a Jesús y acudir a Él.
El Hijo de Dios se ha presentado al mundo con un corazón como el nuestro. Un corazón que siente, sufre, entiende…. Nos demuestra que nos ama sin medida y sufre cuando no es correspondido. Conoce nuestra pequeñez, sabe que somos muy limitados y necesitamos su ayuda. Él está deseando acogernos en su corazón, estira sus brazos para que no dudemos y vayamos a refugiarnos en Él, a abrazarlo y devolverle amor por amor. Al mirar a Jesús en la cruz, con el corazón traspasado de Amor por los hombres, se nos presenta una respuesta clara a esas preguntas: “Somos un tesoro”. Él nos regala su Corazón para que ahí descansemos y tomemos fuerzas. Quiere que, cada día, le elijas a Él y no por ser egoísta sino porque ahí es donde encontrarás un refugio sólido, a prueba de tempestades. Nadie ni nada te va a dar paz, esa paz que te ayudará a aceptar Su voluntad.
Si queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por la humanidad, por todos. Ama el mundo apasionadamente. Demostrémosle con nuestras obras que lo amamos. Correspondamos a su amor. Pidámosle que nos conceda un corazón comprensivo, afectuoso, misericordioso….para que podamos mirar y actuar con misericordia.
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”
(Mateo 22, 37)
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