En la sección de testimonios de esta página familiar querría proponer mi propio testimonio de algo importante que he vivido estas últimas semanas.

Supongo que son muchas las diócesis españolas que están haciendo un esfuerzo por recibir la última Exhortación del Papa “Amoris laetitia”, y tratar de evidenciar y reflexionar sobre sus claves y propuestas concretas, tan renovadoras y esperanzadoras.

En este sentido, yo mismo he tenido el honor de presentar la Exhortación en la formación permanente de los sacerdotes de mi diócesis, Zaragoza, tanto en una de las Vicarías rurales como en la propia Ciudad.

Qué esperanza daba ver a tantos sacerdotes (y seminaristas) interesados, preocupados y movilizados por asumir el reto de la familia en una forma audaz y nueva, como la propone el Papa Francisco.

La impresión fue buenísima. Mi propio Arzobispo, Mons. Vicente Jiménez, alentó a los sacerdotes a acoger con delicadeza y misericordia a las familias que se encuentran en “situaciones de fragilidad o de imperfección” (AL 296), que abarcan desde la pura convivencia, el matrimonio civil o la situación de los divorciados vueltos a casar.

Acogida, acompañamiento personal y comunitario, discernimiento honrado y sincero de sus condiciones actuales y de los obstáculos objetivos para acceder plenamente a la vida sacramental de la Iglesia, integración amable y entusiasmante en la comunidad eclesial de la que nunca han dejado de tomar parte…

La Iglesia es familia y ninguno de sus hijos debe sentirse excluido de ella. Todos pertenecen a esta gran familia de los cristianos. La Iglesia es verdaderamente el hogar que los quiere acoger, en el que se puede vivir y al que se puede volver después de momentos de fuga o de pérdida (el retorno a “casa” de la parábola del Pródigo). Todos queremos avanzar en un camino de conversión hacia el proyecto original de Dios sobre la persona y la familia.

Estuvimos por eso hablando de la verdadera novedad de la Exhortación del Papa, que es la llamada a un giro pastoral en nuestras parroquias y comunidades cristianas hacia una nueva centralidad e implicación de las familias.

Este reto pastoral se puede describir como la recuperación de la familia como “sujeto de pastoral” (AL 200). La familia cristiana tiene que dar un paso al frente y hacerse “sujeto”, protagonista de la evangelización, y no solo destinataria de actividades o celebraciones.

A partir de su compromiso educativo y de transmisión de la fe, la familia se constituye como evangelizadora primordial de la Iglesia, la “cara más visible” de la parroquia y de la Iglesia, que debe ofrecer un testimonio (de unión de amor, de servicio a la vida y a la sociedad, de la alegría del amor) que no puede dar más que la vida de una familia en marcha… Consiste en “narrar”, “contar” la vida real de una familia de fe mediante el discurrir ordinario de la propia vida. “Mirad cómo se aman”.

Hablamos de hacer más “visible” a la familia en las parroquias, en el atrio de las Iglesias, a la salida de la Misa familiar. Los sacerdotes se hacían eco de la diferencia que había en las celebraciones donde la familia participaba de modo ordinario y natural.

Sacerdotes y familia. Cuántas ideas vienen a la cabeza: cómo pueden enriquecerse el uno al otro, y con qué fruto. Ojalá se sigan descubriendo mutuamente.