A media mañana recordé que estaba dejando pasar la ocasión de escribir algo para el “Blog sobre ideas para la familia” el día 14 de febrero, día de los enamorados… ¡Qué poco sentido del marketing!

Me lo recordó la noticia que escuché en una radio acerca de un vídeo que quizás ya habréis visto y que circula por ahí tratando de celebrar esta fiesta de los enamorados y que se titula “ Si estás enamorado, no te cases”… Los conductores del programa de radio decían que, de todos los vídeos alusivos al omnipresente tema del amor romántico, este era el que más les había gustado. De hecho, parece ser que a mediodía llevaba ya 16.000.000 de reproducciones, y creo que fue puesto en circulación hace solo unos días.

Yo mismo lo reenvié hace ya varios días a todos mis grupos de matrimonios, Másters y demás actividades vinculadas con la familia, y de todos recibí respuestas emocionadas diciendo que “qué bien”…

¡¡Ah, el amor!! ¿Quién no quiere amar, y ser amado? Incluso, un momento: qué queremos más, ¿amar o ser amados?

Como dice Aristóteles, parece evidente que “la mayor parte de los hombres, movidos por una especie de ambición, prefieren que se les ame más bien que amar ellos mismos. He aquí por qué los hombres en general gustan de los aduladores” (Ética a Nicómaco, lib. 8, cap. 8). Esto es verdad, pero también resulta evidente que la adulación no parece el tipo de amor que pueda llenarnos verdaderamente.

Él mismo, y después santo Tomás, dirán que pertenece más a la amistad (al amor de amistad) el amar que el ser amados, y ambos ponen de ejemplo el amor de una madre, que seguiría amando al hijo aunque no tuviesen ocasión de ser correspondidas… A propósito de lo mismo hay un chiste bien simpático que dice que el amor es como el boxeo, donde es más importante dar que recibir

Quizás es esto lo que quiere decir el vídeo que presentamos: el amor no es principalmente sentir amor, el amor no es ser arrebatado, el amor no es recibir cosas del otro. El amor, como dice el himno de Corintios, es “virtuoso”: tiene paciencia, sirve, cree, soporta, espera, disculpa, y no pasa recibos ni lleva cuentas. O sea, el amor hace mucho por el otro y, por propia potencia, quiere hacer siempre más y más (“El amor nunca está ocioso, y si lo está, no es amor” dirá San Gregorio Magno).

Pero tranquilos, el amor tampoco es donación “absurda”, dar sin esperar, gratuidad irracional. No amamos para sufrir, no nos damos para que nos olviden o para que el otro no se dé cuenta. Amamos porque, en el fondo, ya hemos sido amados (1Jn 4, 10) y ese amor nos mueve a amar.

El amor no es un sentimiento, es mucho más que un sentimiento. El vídeo que presento en esta entrada, y yo mismo, queremos meternos, de hecho, contra ese amor romántico completamente superficial del que no pasan la mayoría de nuestras “experiencias de amor”. Sentir un poquito, creernos valorados y reconocidos egoístamente, satisfacer algunas carencias inmediatas, y ya… Eso no es amor.

El amor es darse y el amor es recíproco, aunque no es simétrico, sentimental o competitivo. El amor es mucho más grande, radical y eterno. Puede superar al tiempo y al espacio, puede moverte hacia lo mejor y hacerte dar mucho fruto.

Hay que creer en el amor. Pero en el amor verdadero. Y casarse. O hacerse cura/monja…, que de lo mismo hablamos. Feliz día de los enamorados.