Los días de Semana Santa son una gran oportunidad para la catequesis familiar en nuestros hogares

Cada año rememoramos, junto con toda la Iglesia, los misterios de nuestra Salvación. Siempre se puede profundizar en algún aspecto del sacrificio de Jesucristo por nosotros. Por otra parte, es importante que estos días grandes del año no pasen como si fueran simplemente “vacaciones”. El parón en el colegio y en el trabajo es de agradecer y, sin embargo, la vivencia de la Semana Santa no debe ser reducida al mero ocio. Descansamos para poder celebrar con mayor intensidad el núcleo más profundo de la fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Descubrimos a Dios en un crucificado

Un aspecto que diferencia al cristianismo de otras religiones es que pedimos piedad y misericordia por nuestros pecados a un crucificado, a un fracasado, a una víctima. La forma de actuar de Dios es radicalmente distinta a lo que se esperaría del simple obrar humano. Quien nos libera de nuestros pecados no es un poderoso, sino todo lo contrario, un Dios que se ha abajado a lo más ínfimo de nuestra condición.

Jesús nos enseña con su propia vida que aunque caigamos, Dios jamás nos abandonará y que siempre seremos rescatados

Jesucristo ha querido enseñarnos con su muerte en la Cruz un camino singular de salvación. Muestra que la forma de llegar a Dios es el abandono en las manos de Dios, con una fe tan radical que parece absurda: pedir clemencia a un condenado a muerte y amar al prójimo hasta la donación total. Nuestra fuerza y nuestra esperanza descansan en Él. Sabemos que, aunque caigamos, jamás nos abandonará y que siempre seremos rescatados.

Un ejemplo y una gracia para nuestras familias

La meditación de la Pasión arroja luz específicamente a la vida en familia. Por ejemplo, si a Cristo no le hicieron caso, ¿podemos sorprendernos si a nuestros hijos les cuesta obedecer a la primera? Si el Señor consideró necesario derramar hasta la última gota de su sangre por cada uno de nosotros, ¿es posible que nos cueste superar la vergüenza para dar testimonio ante las personas queridas? De Jesús aprendemos la paciencia y el cariño para escuchar lo que interesa a nuestros hijos, y la fortaleza para hablar con claridad cuando es preciso. Todo esfuerzo -exitoso o no- nos acerca a Él, porque es el modo de llevar la Cruz de cada día: no encontraremos otro. Son jornadas en que las manifestaciones de amor al prójimo deberían estar especialmente presentes: quien ama a Dios a través de los demás, le ama dos veces.

Antonio Rivero Díaz – padre de familia y profesor en #BeCaT